Al empezar a sentir mis ojos, a valorarlos más y a cuidarlos, muy pronto ellos me recompensaron en forma de una visión gradualmente más nítida y rica en matices. Yo, que con 52 años llevaba tiempo resistiéndome a ponerme gafas para leer pero estaba ya a punto de claudicar, ahora tengo la satisfacción de saber que tardaré muchos años en necesitarlas y que incluso tal vez pueda prescindir de ellas para siempre.
Como beneficio suplementario, el buen feeling que se ha establecido entre los “profes” y los “alumnos” nos depara muy buenos ratos semanales. Ya casi al término del curso, sé que les echaré de menos a todos los lunes por la mañana. Ha sido una experiencia muy agradable que recordaré siempre con cariño.
Olga Jans