Muchos de los aspectos necesarios para la vida y el correcto funcionamiento de nuestros órganos, se realizan de forma automática. Así, el ojo tiene un conjunto de mecanismos reflejos que hacen que la visión resulte correcta de manera natural.
Estos mecanismos son interferidos cuando existen tensiones de carácter físico y mental, ya que a la comunicación inconsciente entre ojo y cerebro, a través del nervio óptico, se superponen las órdenes mentales que suministramos, ya seamos conscientes de ello o no. El estrés en que vivimos se encuentra detrás de estos tipos de tensión que tantos padecemos.
Estas órdenes son más evidentes cuando elegimos mirar a un objeto u otro, y menos cuando lo que ocurre es que tenemos una “ansiedad” por ver; es el caso de alguien que está enfrascado en un trabajo en el ordenador, frecuentemente deja de parpadear aunque sus ojos se lo estén reclamando: deja de sentirlos.
La Tensión física contractura nuestros músculos oculares volviéndolos torpes para la labor que han de realizar. Al igual que padecemos dolores físicos debidos a contracturas musculares, así nuestros ojos padecen los mismos problemas, con la salvedad de que esto influencia directamente su capacidad de adaptarse a las necesidades de nuestra visión.
La tensión mental se produce por estrés o por el deseo inconsciente de ver. El ojo recibe una serie de percepciones neutras que transmite al cerebro y éste es el que las interpreta asociándolas a un concepto: mesa, silla, montaña… La interpretación de estos estímulos es ajena al ojo y por eso diferenciamos entre visión natural y el deseo de ver.
Un ejemplo muy claro de esto es cuando alguien busca un objeto en un cajón y no lo ve a pesar de estar ahí. Esto es debido a que el ojo envía la información visual al cerebro de forma completamente neutra, pero el cerebro es el que la interpreta.
El deseo de ver, por definición, indica la existencia de tensión pues introducimos el componente mental en algo que se realiza de forma natural. Muchas de las problemas para ver de cerca o de lejos, no se producen por anomalías en el órgano físico (los ojos están bien, no tienen ningún tipo de deterioro), sino que suceden al existir un alto componente de tensión en los músculos externos e internos del ojo, que deforma el globo ocular afectando a su longitud, y por lo tanto, a la perfección de la imagen proyectada en la retina.
Las primeras clases del Curso, hacen especial hincapié en los ejercicios de distensión. Estos ejercicios conllevan la relajación del cuerpo físico y una mayor conciencia sobre las tensiones que hay en él.
Simultáneamente, se practican ejercicios de sensibilización a los ojos. Así nos damos cuenta de las tensiones que les afectan ya sean físicas como mentales, y aprendemos a reconocerlas y trabajar sobre ellas.
Los ojos son unos grandes desconocidos; los tenemos, utilizamos, pero no somos conscientes en absoluto de su presencia. Mediante estos ejercicios específicos, podemos comenzar a sentir su posición, sus ejes, su tensión, su peso… lo que nos ayudará a corregir voluntariamente cualquier situación que deteriore nuestra visión, y por supuesto, a tratar mejor estos órganos.
La importancia del trabajo con ambas tensiones se encuentra reconocido en los Cinco Pilares sobre los que se asienta el Método V.E.R. de Visión Consciente.
Mediante el Método V.E.R. de Visión Consciente aprendemos a valorar nuestros ojos. Reconocemos estas tensiones y las suavizamos, permitiendo que sus mecanismos automáticos y reflejos puedan ajustarles directamente, sin interferencias, mejorando así nuestra visión.